Saturday, March 2, 2013

Otra versión de la Caperucita. Ignacio Viar




La idea de una Caperucita malvada no es nueva.  Ha coqueteado con este sitio desde el 22 de agosto de 2008,  cuando se presentó la versión  de Triunfo Arciniegas.  En ella la sevicia de la protagonista de la historia llega hasta el punto de usar la seducción como arma letal en contra del  lobo enamorado de la idealizada belleza de la chica.

 De esta manera consigue persuadirlo de que se coma a la abuelita con el único perverso y macabro objetivo de hacerse con la cuantiosa herencia de la abuela.  ¿Agradecida con el lobo?  Al contrario,  la chica encuentra empalagoso y repugnante el romanticismo con el cual el lobo trata de seducirla con una flor,  que la niña carente de sensibilidad  desprecia sin encontrarle belleza especial,  para inmediatamente después insultar al lobo al verlo llorar.  Luego,  la maldad de la niña llega hasta el punto de intoxicar al lobo al ofrecerle un pastel venenoso que era para la abuela.

Pero el lobo está enamorado y no ve en la chicuela malvada sino un ramillete de virtudes.  Eso hace que cuando ella le pida que se devore a la abuela y se vista como ella,  éste lo hace sin pensar en las consecuencias. El lobo sigue tratando de conquistar un lugar en su perverso corazón hasta el día en que la niña lo amenaza con convertirlo en un abrigo de piel si seguía molestándola.

Posteriormente,  en la entrada del 1 de noviembre del 2008 se presentó la versión de la Caperucita pero en esta ocasión de Roald Dahl.  Hoy,  cuatro años más tarde quiero compartir una nueva historia.  En ésta la Caperucita cumple la amenaza de la versión anteriormente comentada,  es decir,  mata al lobo y lo convierte en un abrigo de piel que luce con elegancia al final del cuento.

Esta versión de la Caperucita ,  atribuida a Ignacio Viar,  la conseguí revisando hace poco todos mis papeles de estudio de pregrado.  En ella la Caperucita intenta asesinar a la abuelita con un cuchillo por la influencia perniciosa de la televisión,  lo cual no logra hacer.  Sin embargo 20 años más tarde,  ya rehabilitada,  al dedicarse con un profundo altruismo a la enfermería en África,  muere asesinada.

El mundo está lleno de contrastes y las diferentes versiones de la Caperucita, desde las primera de Perrault hasta las actuales,  no escapan a esta realidad.  Sin más amigo lector lo invito a zambullirse en la lectura de “La Caperucita Azul”  de Ignacio Viar y descubrir la crítica que hace a los medios de comunicación masivos,  la cual no ha perdido vigencia en nuestros días.  Lo invito a descubrir ¿por qué?

Caperucita Azul


            Aquélla niña de siete años,  inserta en el paisaje alpino,  era encantadora.  La llamaban,  por su indumentaria,  Caperucita Azul.

            Su encanto físico quedaba anulado su perversidad moral.  Las personas cultas del pueblo no podían explicar cómo en un ser infantil podían acumularse la soberbia,  la crueldad y el egoísmo de un modo tan monstruoso.

            Sus padres luchaban diariamente para convencer a Caperucita.

-Llevarás la merienda a la abuelita?

-¡No!

            Y surgían los gritos y amenazas.  Todo lo que surge cuando hay un conflicto educacional.

            Caperucita tenía que atravesar todos los días,  tras la discusión,  un hermoso pinar para llegar a la casita donde vivía sola su abuelita.

            Caperucita entraba en casa de su abuela y apenas la saludaba.  Dejaba la cesta con la merienda y marchaba precipitadamente,  sin dar ninguna muestra de cariño. 

            Había en el bosque un perro grande y manso de San Bernardo.  El perro vivía solo y se alimentaba de la comida que le daban los cazadores.

            Cuando el perro veía a Caperucita se acercaba alegre,  moviendo el rabo.  Caperucita le lanzaba piedras.  El perro marchaba con un aullido lastimero.  Pero todos los días,  el perro salía a su encuentro,  a pesar de las sevicias.

            Un día surgió una macabra idea en la pequeña,  pero peligrosa mente de la niña.  ¿Por qué aquél martirio diario de las discusiones y del caminar hasta casa de su abuela?

Ella llevaba en el cesto un queso,  un pastel y un poco de miel. 

¿Un veneno en el queso?  No se lo venderían en la farmacia.  Además,  no tenía dinero.  ¿Un disparo?  No.  La escopeta de su padre pesaba mucho.  No podría manejarla.

De repente brilló en su imaginación el reflejo del cuchillo afilado que en su mesita tenía la abuelita.  La decisión estaba tomada.  El canto de los pájaros y el perfume de las flores no podían suavizar su odio.  Cerca de la casa surgió de nuevo el enorme perro.  Caperucita le gritó lanzándole una piedra.

Llamó la puerta

-Pasa Caperucita. 

Su abuela descansaba en el lecho.  Unos minutos después se oyeron unos gritos.

Cuando el cuchillo iba a convertirse en el instrumento mortal,  Caperucita cayó derribada al suelo.  El pacífico San Bernardo había saltado sobre ella.  Caperucita quedaba inmovilizada por el peso del gran perro.  Por el peso y el temor:  por primera vez un gruñido severo,  amenazador,  surgía de la garganta del perro.

La abuelita,  tras tomar una copa de licor,  reaccionó del espanto.  Llamó por teléfono al pueblo.

Caperucita fue examinada por un psiquiatra competente de la ciudad.  Después la internaron en un centro de reeducación infantil.

La abuelita,  llevándose a su perro salvador,  abandonó la casa del bosque y se fue a vivir con sus hijos.

Veinte años después,  Caperucita,  enfermera diplomada,  marchaba a una misión en África.

-¿A qué atribuye ud.  su maldad infantil? – le preguntó un periodista.
-A la televisión – contestó ella subiendo al avión.

En África,  Caperucita murió asesinada por un negro que jamás había visto un televisor.  Pero había visto otras cosas.
         
 Referencias.       

  • http://www.google.co.ve/imgres?imgurl=http://www.alquimistasdelapalabra.com/narrativa/narrativa0910/caperucita-azul-rubia-new.jpg&imgrefurl=http://www.alquimistasdelapalabra.com/narrativa/narrativa0910/capaerucita_azul_cristina_ortn.html&h=907&w=601&sz=100&tbnid=gu7iI0TZnaO4tM:&tbnh=94&tbnw=62&zoom=1&usg=__qIwaXGTLWQjqPdQpWYSyc-zuhXU=&docid=IqIdGKFqpZ86TM&hl=es&sa=X&ei=0TEyUYGkM43o8gStm4DwDw&ved=0CDEQ9QEwAQ&dur=405
  

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