Wednesday, January 19, 2011

Recomendando autores para niños y adultos


Universidad Pedagógica Experimental Libertador
Instituto Pedagógico de Caracas
Subprograma de Especialización en Lectura y Escritura
Curso: Lectura para Niños y Jóvenes


Víctor Mendizábal


Antonio Arráiz


Hace poco más de un año, el 29 de junio del 2009, empecé esta mágica aventura junto a mis lectores. En esa oportunidad estuve consciente de la dificultad que supondría transcribir “La Cucarachita Martínez y el Ratón Pérez”, un cuento tan hermoso como largo, en una sola entrega. Por tal razón surgió la idea de que lo fuera contando un Cuentacuentos, quien en sucesivas oportunidades fuera agregando nuevos elementos a la secuencia de la narración. Sin embargo a la par de la solución surgió otro problema el cual consistía en cómo hacer para integrar narrador e historia narrada de una manera armónica, con la finalidad de que se viera como un todo fluido.

En vista de que por esos meses estuve leyendo buena parte de “Las Mil y una Noches”, aprendí la estrategia usada por algunos narradores orales de ciertas culturas para mantener el interés de su audiencia. Esta consistía en dejar la narración inconclusa en una parte crucial de la misma con la finalidad de proseguirla en el próximo encuentro. Es por eso que se optó por la alternativa de que nuestro cuento lo narrara la protagonista de las Mil y una Noches, es decir, la bella Scherazada.

Este recurso ha tenido la fortaleza de no dejar cada parte con un cierre abrupto, sino que le ha proporcionado cierres parciales a cada fragmento. Esto ha permitido que el lector quede con la impresión de que el pequeño cuento llegó a su término, tal como el cuento que se les lee a los niños antes de dormir.
Por otro lado el lector se queda con la expectativa de lo que el Cuentacuentos narre en el siguiente encuentro.

Entre entrega y entrega el trabajo ha sido muy enriquecedor, pues se ha propiciado la reflexión de los lectores en torno a 5 tópicos tales como son el habla dirigida a los niños o maternés, la perspectiva de nuestros niños frente a los métodos tradicionales de adquisición de la lectura, la posibilidad del establecimiento de una primera tipología textual en niños preescolares, el Día internacional del Libro Infantil determinado por la IBBY, así como también y por último el Día del Maestro.

Durante este año tres han sido los principales logros que se celebran desde este espacio dedicado a la promoción de la lectura. El primero y más importante de ellos fue lograr que una Cuentacuentos, desde hace mucho tiempo mundialmente conocida, nos narre la historia. El segundo incorporar todos los hipervínculos comentados en la entrega anterior y por último el gran incremento en las visitas que se han registrado en este espacio, provenientes tanto de América Latina y el Caribe, América del Norte, Europa y Asia.

Esta noche, sentado en mi escritorio mientras escribo estas líneas, veo como entran a través de la ventana, unos no tan tímidos rayos de la luna, para bañarlo todo. Esa luna fue la misma que junto a las estrellas del cielo, contenía el aliento, escuchando inspirada cómo comenzaba el romance de esta historia. Esa luna fue la misma que una noche tal como la de hoy, al igual que la Tierra, suspendió todos sus movimientos de traslación y rotación, con la finalidad de que todo estuviera quieto y en calma para poder escuchar con más atención las tiernas palabras de los dos enamorados. Esa luna es la misma que ha inspirado durante siglos a artistas y amantes a las realizaciones más sublimes que le hayan legado a la humanidad. Es por ello, que he preferido esperar hasta esta fase lunar para escribir esta parte de la narración, la parte más romántica de este cuento, la más sublime y hermosa.

Probablemente después de terminar de leerla, en la próxima ocasión que alguna Cucarachita Martínez le pregunte a nuestro lector: “(…) ¿No vas a querer nunca a ninguna otra?” será cuando más resuelta y decididamente que el ratón le responda: “No tengo ojos más que pera mirarte a ti”. Espero que estas palabras las puedan saborear y disfrutar tanto como yo.

La Cucarachita Martínez। Fragmentos। 7˚ Entrega।


Shariar y la princesa pasaron aquella noche del mismo modo que las anteriores, y antes de que amaneciera Doniazada la despertó con estas palabras:

-Hermana mía, te ruego que prosigas con el cuento de la Cucarachita Martínez.
-Con mucho gusto –respondió Sherazada- voy a satisfacerte con el beneplácito del sultán.

-¿Y tu Ratón Pérez, no me ofreces nada?

-Nada, Cucarachita Martínez –respondió con un suspiro-. ¿Que podría ofrecerte? Hubiera sido para mí un sueno maravilloso casarme contigo, y estar todos los días, todas las horas, todos los instantes, contemplándote en silencio como ahora. іEres tan bella Cucarachita Martínez! Habría sido un sueño de encantamiento sentir toda la vida, como tu vida se enroscaba en torno de mi vida, igual que un rosal; y escuchar, una tarde y otra tarde, una mañana y otra mañana, cuando asomasen las nubes rosadas, o cuando titilasen las estrellas, o cuando centellara el sol sobre la tierra amodorrada, tus carcajadas cantarinas que estallaban, tus gritos alegres y tus gestos de colegiala. Entonces hubiera podido inclinarme sobre tus párpados, cuidando, con religiosa ternura que el sueño te los cerrase poco a poco; y por la mañana, al momento en que te despertabas permanecer todavía en acecho, para descubrir, con un azorado júbilo en mi corazón, mi propia imagen que se había quedado impresa en tus retinas …

Hizo una corta pausa y añadió, más tristemente:

-Habría sido un sueno inefable, pero… ¿A qué hablar de estas cosas? Te he visto despreciar al Toro, que te prometía el poder, y al Canario con su poesía, y al Gallo, y al Burro, y al Chivo. ¿Con qué ánimo me atrevería a hablarte?

El corazoncito de la Cucarachita Martínez latía con premura.

-Ratón Pérez: me voy a casar contigo –anuncio de pronto.

De este modo se hicieron prometidos la Cucarachita Martínez y el Ratón Pérez.

Inmediatamente comenzaron los preparativos para las bodas. Era necesario hacer una fiesta suntuosa a la altura de los acontecimientos. Misia Rata estaba de lo más atareada. Con febril actividad púsose a limpiar la casa, a lavar los pisos y a pulir los muebles, y a colocar alfombras y adornos por todas partes. Hizo, además, una enorme torta, con diecisiete velas rosadas que la Cucarachita tendría que apagar de un solo soplo.

Eso te traerá buena suerte –le aseguraba-. Tu esposo te será fiel.

La Gallina trajo de regalo dulce de lechosa. La Cotorra mandó unos pastelitos bastante insípidos, pero ella aseguraba que eran gateaux. La Hormiga contribuyó con una jarra de chicha, que le costó poco pero estaba muy sabrosa. La Cigarra, en cambio echó la casa por la ventana: envió una cesta de botellas de champaña, que compró fiado en la licorería, y después quedó hipotecada por seis meses para poder pagarla. Y hasta la Gallina y las cuatro Arañas contribuyeron con sus obsequios: unos exquisitos bienmesabes, la primera y un azafate de merengues y suspiros las Arañas.

-іEsto nos faltaba! – rezongaba Misia Rata, secándose el sudor-. A mis años tener que afanarme tanto por esta niña malcriada, que después no me lo va a agradecer!

A pesar de las lamentaciones, trabajó en tal forma que dejó la casa como un espejo. La noche de la fiesta los corredores y las galerías deslumbraban a los convidados, con sus lindas guirnaldas flotantes de columna a columna, entre las cuales el Cocuyo había multiplicado sus lucecitas de color. La noche estaba cálida y serena; el cielo, lleno de estrellas. De vez en cuando golpes de brisa mezclaban los perfumes de los jardines próximos y los aromas de los bosques lejanos, confundiéndolos. La Cucarachita Martínez y el Ratón Pérez estaban acodados en el alféizar de la ventana.

-¿Me quieres?
-Si, te quiero mucho.
-¿Me vas a querer siempre?
-Eternamente.
-¿No vas a querer nunca a ninguna otra?
-No tengo ojos más que para mirarte a ti.
-¿Como cuánto me quieres?
-Muchísimo
-¿Como de aquí a las estrellas?
-Sí, como de aquí a las estrellas.

Las estrellas en el cielo contenían el aliento, escuchándolos. Varios viejos animales, muy sabios y muy honorables, que estaban reunidos estudiando las leyes que rigen las estrellas, se quedaron callados, pues les pareció que la brisa les había traído un retazo de la conversación. Así como un pordiosero que, al descubrir, en la noche, música y luz en una quinta, se acerca hasta la verja de hierro, permanece un rato contemplando con ojos tristes la fiesta, y luego se aleja poco a poco: del mismo modo la brisa se detenía de repente escondida en el hueco de la copa de un árbol, recogía temblorosamente sus palabras y después continuaba más despacio, saboreándolas con una vaga melancolía.

Dos ejércitos de animales que en ese momento se disponían a librar una gran batalla, se quedaron indecisos, atentos a la plática lejana; y más tarde, cuando entraron a combatir, lo hicieron a desgano, y sentían más hondamente que nunca el temor a perder la vida. La Tierra misma suspendió un instante sus movimientos de rotación en torno de su eje y de traslación en torno del Sol. Y hasta el Sol, y con él todo el sistema planetario, se detuvo, absorto, en su marcha vertiginosa hasta la remota Alfa de Hércules.

Porque desde que el Mundo da vueltas alrededor de si mismo y alrededor del Sol, y el Sol y el Sistema Solar se deslizan por los espacios infinitos hacia el Alfa de Hércules, nunca, ni los sabios cuando resuelven sus problemas, ni los generales cuando dan sus órdenes al iniciarse una batalla, han pronunciado palabras tan importantes como aquéllas que decían La Cucarachita Martínez y el Ratón Pérez.

Habían transcurrido mil y una noches desde aquélla en que Scherezada comenzó a referir sus cuentos al sultán. El carácter de éste se había dulcificado; sus prevenciones contra la fidelidad de las mujeres se habían desvanecido, casi por completo y, convencido del mérito y de la sabiduría de su esposa, hubo de recocer y apreciar, además, el valor de que había dado prueba, al exponerse voluntariamente a la muerte a que estaba destinada después de su noche de bodas, como las demás desgraciadas que la habían precedido.

Estas consideraciones le movieron, al fin, a perdonarle la vida.

-Amable Scherezada –le dijo-, veo que son inagotables vuestros cuentos, con los cuales durante tanto tiempote habéis entretenido y habéis apaciguado mi antigua cólera. A favor vuestro renuncio gustoso a la ley cruel que me había impuesto y os otorgo por entero mi cariño. Quiero que seáis considerada como la libertadora de todas las doncellas que habían de ser inmoladas a mi justo resentimiento.

La princesa se arrojó a sus plantas, se las besó y le expresó su agradecimiento profundo.

El gran visir fue el primero que de labios del propio sultán supo aquella agradable noticia, que no tardó en propagarse por la ciudad y las provincias, atrayendo sobre el sultán y la bella Scherezada las bendiciones y las alabanzas de todos los pueblos del imperio.



Referencias
Las Mil y Una Noches. Tomo 1 y 4 (2003). Gustav Weil (Traductor). Edicomunicación, S.A. España.
• Arráiz, A. (s.f.). La Cucarachita Martínez y el Ratón Pérez. En: Meneses, G. (1992). Antología del Cuento Venezolano. Monte Ávila Editores. Caracas.
http://www.tintafresca.us/index.php?/NUMEROS-ANTERIORES-INFANTIL/LA-CUCARACHITA-MARTINA