Saturday, November 1, 2008

Recomendando autores para niños y adultos





Universidad Pedagógica Experimental Libertador
Instituto Pedagógico de Caracas
Subprogramas de Especialización en Lectura y Escritura
Curso: Lectura para niños y jóvenes
Profesora: Norma González Viloria.


Víctor Mendizabal
Cohorte: 2007 - II



Roald Dahl
Biografía de Roald Dahl
“Si se quiere hablar de libros infantiles se debe empezar por Roald Dahl y terminar también con él.”. No obstante aunque pareciera contradictorio, durante su edad escolar era considerado por su profesor de inglés como “incapaz de ordenar sus pensamientos sobre el papel”. De hecho, en ese momento, nadie podría haber imaginado la enorme importancia que jugaría en nuestros tiempos en cuanto a enganchar a los niños en la lectura, hasta el punto de que para muchos niños Roald Dahl es sinónimo de lectura.

Su padre, aunque murió meses más tarde de que Roald cumpliera tres años, influyó mucho en la sensibilidad artística de sus hijos toda vez que tenía un profundo interés por lo bello, lo cual demostraba llenando la casa de cuadros y mobiliario selecto.

Roald nació en 1916 en Gales y tenía 23 años cuando estalló la guerra, fue entonces cuando decidió alistarse en la RAF (Real Fuerza Aérea) en Nairobi, en la cual fue aceptado como oficial piloto de un caza Gladiador contra los italianos en el desierto occidental de Libia, en donde tuvo la “luger” del jefe de un convoy nazi apuntándole a la cabeza, se estrelló en tierra de nadie (sufrió heridas que provocaron que le sacaran la nariz y se la rehicieran). Finalmente fue enviado a casa como inválido y transferido más tarde a Washington como agregado militar aéreo.

Allí comenzó en serio su carrera como escritor debido a que después de su encuentro con C.S. Forrester, quien le pidió a Dahl que le contara su versión de la guerra para una futura publicación con el fin de estimular el patriotismo de los muchachos, Dahl decidió plasmarlo sobre papel y Forrester quedó tan impresionado que inmediatamente buscó a un editor de revista para su publicación. Roald se quedó en Estados Unidos alcanzando renombre por sus historias publicadas en el Saturday Evening Post.

Dahl y su familia regresaron a Inglaterra en 1960 y se establecieron en Gipsy House (la casa gitana) en Great Missenden, Buckinghamshire. Fue allí, en una pequeña cabaña al fondo del jardín, donde escribiría la mayoría de sus inolvidables libros. La cabaña era un lugar pequeño y sombrío pero que Roald veía como un refugio acogedor. Christopher Simon Sykes recuerda: “Una cortina de plástico sucia cubría la ventana. En el centro había un sillón de orejas descolorido, heredado de su madre, y era allí donde se sentaba Dahl, con los pies encima de un baúl, con las piernas tapadas con un trapo de cuadros apoyando un rollo de papel ondulado sobre el que apoyaba su tabla para escribir había dibujos, fotografías y otros recuerdos pinchados por las paredes, y, a su derecha, una mesa cubierta por una colección de sus curiosidades favoritas, tales como uno de los artríticos huesos de su cadera, y una extraordinariamente pesada bola de papel hecha de papel de plata usado en las muchísimas chocolatinas consumidas en su juventud.


La carrera de Roald pasó a un segundo plano cuando la familia sufrió varias tragedias. Su hija mayor, Olivia, falleció después de un sarampión que degeneró en una encefalitis (inflamación del cerebro). Theo, su hijo de tres años, sufrió daños cerebrales tras un accidente de carretera. Por tal razón, con la ayuda de dos amigos, un ingeniero y un neurocirujano, Roald pasó meses desarrollando una válvula para drenar líquido del cerebro y permitir a Theo vivir sin dependencia de los aparatos. La válvula Wade-Dahl-Till todavía se usa hoy en día.

Murió el 23 de noviembre de 1990 a los 74 años en Oxford, y curiosamente, desde entonces, sus libros no solo han mantenido su popularidad sino que, tan solo en Estados Unidos sus ventas han llegado hasta el punto de poder empezar a ser considerados en el estatus de Bestseller, que le fue esquivo durante toda su vida.

Sus libros están hechos de fantasía y sobre todo de mucha imaginación. Siempre son un poquito crueles, pero siempre con humor, una mezcla entre lo cómico y lo grotesco. Un tema frecuente en ellos es que la gente no es lo que parece ser. La ambientación de sus historias está perfectamente trabajada con detalles muy cercanos a la realidad. Una vez dijo sobre ellas: "Hago mis historias con gran exageración. Es la única manera de llegar a los chicos".

Sus libros para niños son:

  • Las brujas

  • Charlie y la fábrica de chocolate

  • Charlie y el gran ascensor de cristal

  • Los cretinos

  • James y el melocotón gigante

  • Danny el campeón del mundo

  • El dedo mágico

  • Que asco de bichos. El cocodrilo enorme

  • El superzorro

  • Matilda

  • La maravillosa medicina de Jorge

  • El gran gigante bonachón

  • Boy (Relatos de infancia)

  • Volando solo

  • Cuentos en verso para niños perversos

  • El vicario que hablaba al revés

  • Mi año

  • Los Mimpins

  • Agu Trot
En tanto que sus libros para adultos son:
  • Relatos de lo inesperado

  • La venganza es mía S.A./ Génesis y catástrofe

  • El gran cambiazo

  • Mi tio Oswald

  • Historias Extraordinarias
Varios de los libros de Roald Dahl fueron llevados al cine y muchos niños y adultos disfrutaron de una buena película sin saber que estaba inspirada en una obra del escritor.

Todo empezó cuando Nicolas Roeg filmó una sugestiva versión de su novela Las brujas (1990, con Anjelica Huston y efectos especiales del inolvidable Jim Henson), hastael punto de que hoy Dahl ya está definitivamente instalado en la gran pantalla gracias a los últimos estrenos de "Matilda" (1996, dirigida por el maestro Danny de Vito) y "Jim y el durazno gigante" (1996, con producción de Tim Burton).

Por ello se puede decir que durante un período de 20 años, desde James y el melocotón gigante a La jirafa, el pingüino y yo, Dahl escribió una deslumbrante serie de libros para niños de todas las edades, que se imprimirán mientras haya librerías que los almacenen, es uno de los más grandes escritores para niños de todos los tiempos, y el mejor contador de cuentos que Gran Bretaña ha producido en la segunda mitad del siglo XX.

Como una pequeña muestra de su obra se consideró apropiada su versión de “La Caperucita Roja y el Lobo”, tomada de su libro “Cuentos en Verso para niños Perversos” dice así:


Caperucita Roja y el Lobo
Estando una mañana haciendo el bobo
le entró un hambre espantosa al señor lobo
así que, para echarle algo a la muela
se fue corriendo a la casa de la abuela.
“¿Puedo pasar, Señora?”, preguntó.
La pobre anciana al verlo se asustó
pensando: “¡Este me come de un bocado!”
Y, claro, no se había equivocado:
se convirtió la abuela en alimento
en menos tiempo del que aquí te cuento.
Lo malo es que era tan flaca y tan huesuda
que al lobo no le fue de gran ayuda:

“Sigo teniendo un hambre aterradora…
¡Tendrè que merendarme otra señora!”
Y, al no encontrar ninguna en la nevera,
Gruñó con impaciencia aquella fiera:
“Esperaré sentado hasta que vuelva
Caperucita Roja de la Selva”
y porque no se viera su fiereza,
se disfrazó de abuela con presteza,
se echó laca en las uñas y en el pelo,
se puso su gran falda gris de vuelo,
zapatos, sombrerito, una chaqueta
y se sentó en espera de la nieta.
Llegó por fín Caperu a mediodía
y dijo: “¿Cómo estás abuela mía?
¡Por cierto, me impresionan tus orejas!”
“Para mejor oirte, que las viejas
somos un poco sordas”. “Abuelita,
que ojos tan grandes tienes!”. “¡Claro, hijita,
son los lentes nuevos que me ha puesto
para que pueda verte Don Ernesto
el oculista”, dijo el animal
mirándola con gesto angelical
mientras se le ocurría que la chica
iba a saberle mil veces más rica
que el alimento precedente. De repente
Caperucita dijo: “¡Qué imponente
abrigo de piel llevas este invierno!”
El lobo estupefacto, dijo: “¡Un cuerno!
O no sabes el cuento o tú me mientes:
¡Ahora te toca hablarme de mis dientes!
¿Me estás tomando el pelo…? Oye, mocosa,
te comeré ahora mismo y a otra cosa”,
pero ella se sentó en un canapé
y se sacó un revólver del corsé,
con calma apuntó bien a la cabeza
y -¡pam!- allí cayó la buena pieza.

Al poco tiempo vi a Caperucita
cruzando por el bosque… ¡Pobrecita!
¿Sabes lo que la descarada usaba?
Pues nada menos que con un abrigo desfilaba
y a mí me pareció de piel de un lobo
que estuvo una mañana haciendo el bobo.


Bibliografía