Friday, March 22, 2013


La Historia Nuestra de Cada Día.

            Emprender el estudio de la historia de algún país puede en realidad ser más divertido y apasionante de lo que estamos acostumbrados a pensar,  puede ser un vía crucis tortuoso e interminable lleno de amargura y sufrimiento o un camino divertido lleno de explicaciones de por qué somos como somos,  nos llamamos como nos llamamos o incluso de por qué nuestras ciudades se llaman como se llaman.  Todo depende de la actitud con que se aborde el problema, la cual al final determinará qué tanto podemos relacionar cada rincón del país,  cada página de libro,  con nuestra vida.




            Probablemente te sorprenda saber que muchos de los lugares que visitas a diario tienen  nombres que evocan todo un rico pasado.  Esto pudiera pasarte al  conocer que la ciudad de Potosí,  en Bolivia debe su nombre a una historia según la cual el inca Huayna Cápac,  estando ya enfermo se hizo  llevar por sus vasallos  al hermoso cerro Sumaj Orko, del cual ya  había oído hablar aunque no lo había visto nunca. Quedó maravillado con lo que vio,  pues el tamaño del cerro era tan imponente que le hizo suponer que su interior debía albergar piedras preciosas y ricos metales.  Posteriormente como quisiera empezar a explotar esas supuestas riquezas a través de sus mineros,  se oyó una voz tan fuerte como un trueno,  que saliendo del interior del cerro decía en quechua:  “No es para ustedes,  Dios reserva estas riquezas para los que vienen de más allá”.  La impresión fue tan grande que los indios huyeron despavoridos y el inca abandonó el cerro,  pero antes le cambió el nombre a Potojsí,  que significa:  “Truena,  revienta,  hace  explosión”            (Galeano,  1982).

            Y… ¿sabes lo curioso que resulta el origen del nombre del principal río de Suramérica,  el Amazonas?  Al principio los indígenas lo llamaban Paraná-Tinga,  río blanco o Pará, Paraná-guazú en la lengua de los Guaraníes o Gran Pará (Rosenblat,  2002).  Entonces ¿cómo terminó llamándose Amazonas?

            Fue a raíz de  una expedición  que emprendió el capitán  Orellana, con 57 compañeros para ir en busca de alimentos.  Éste había salido de Quito en 1541 bajo el mando de Gonzalo Pizarro, en busca de la mítica Tierra de la Canela. Sin embargo, tras 10 meses de viaje,  ya no les quedaba nada de comer.  Ésa situación los hizo construir un bergantín  y enviar a Orellana a buscar provisiones (Rosenblat,  2002)


En medio de su misión de buscar nuevas vituallas para la tripulación,  Orellana aprovechó la oportunidad para abandonar a su jefe.  Para persuadir a la tripulación de que lo acompañara les hizo mil promesas y les infundió esperanzas de poder atesorar mayores fortunas si seguían este nuevo recorrido junto a él.  Sólo se resistió un joven llamado Hernán Sánchez de Vargas,  a quien abandonaron vivo en la ribera, para que acabase en las garras de las fieras y las serpientes (Velasco,  1981).

  Orellana  nunca volvió y tras otros ocho meses de navegación, siempre río abajo,  las aguas lo condujeron, a través de cauces progresivamente más anchos hasta que finalmente llegó al Océano.  Lo curioso fue que en todo el transcurrir de ese viaje tanto los indios amigos como los prisioneros le hablaron en más de una oportunidad de las Amazonas (Rosenblat,  2002).

        Referían que su estado estaba tierra adentro y era habitado por indias guerreras y poderosas gobernadas por una  soberana,  gracias a quien habían sometido muchas provincias de indios.  A estos pueblos les hacían pagar tributos. De igual manera decían que vivían en ciudades de piedra con puertas,  tenían grandísima riqueza de oro y plata.  Llamaba la atención que el trato que las Amazonas prodigaban a los pueblos vecinos era matar o desterrar a los hijos y criar solamente a las hijas con gran solemnidad (Rosenblat,  2002).

            Estas mujeres,  según cuenta el padre Carvajal,  eran “muy altas y blancas,  y (tenían) muy largo el cabello y entrenzado y revuelto en la cabeza,  y (eran) muy membrudas,  y (andaban) desnudas, en cueros,  tapadas sus vergüenzas, con sus arcos y flechas en las manos,  haciendo tanta guerra como diez indios” (Rosenblat,  2002, p. 130).  Esto ciertamente lo comprobaron Orellana y sus compañeros,  aunque ya se lo había contado Aparia,  el Soberano de una de las Naciones indígenas vecinas que los recibieron pacíficamente  (Velasco,  1981).  Resultaba que Orellana y sus hombres pasaron muchas penuirias duranrte su travesía,  tan es así que según cuentan los cronistas en toda la travesía no comían sino “cueros,  cintas y suelas de zapatos cocidas con algunas hierbas” (Rosenblat,  2002, p. 130).  Así es que el  24 de junio de 1542,  decidieron bajar para buscar otra clase de alimentos,  y entonces tuvieron que combatir con los indios tributarios de las Amazonas,  quienes no osaban volver la espalda hacia atrás porque sino sus señoras los mataban a palos.

            En efecto,  el refrán de “cuando hay hambre,  no hay mal pan” lo vivieron por experiencia propia los españoles aventureros,  pues otra historia cuenta que yendo como treinta soldados del capitán Robledo en 1539 a robar víveres a las casas que ciertos indianos dejaron abandonadas,  hallaron en el fogón una grandísima holla,  llena de muy rica carne ya cocida , de la cual se saciaron todos con grandísimo gusto, sin embargo cuando ya terminaban, fueron sacando manos y pies de cuerpo humano,  con todas sus uñas.  ¿Cuál fue su reacción? Al principio “tuvieron asco y horror de haber comido aquellas carnes;  mas hacia el fin,  hubieron de contentarse de haber muerto de hambre,  y conocer por lo sabroso de la vianda que no eran de mal gusto los caribes”   (Velasco,  1981, p. 201).   De hecho,  comerse entre ellos, hasta a los familiares cercanos era algo cotidiano entre ellos.

            Esto lo confirma Lisandro Alvarado en sus obras completas cuando,  refiriéndose a las tribus venezolanas dice que “presumen que,  comiendo la carne o la grasa del enemigo muerto adquieren su valor (…), esfuerzo y valentía” (Alvarado,  1989,  p. 140 y 144,  Obras Completas, tomo 1).  Pero no se lo comían todo, sino que  por lo general preferían una porción  corporal,  así por ejemplo Oviedo (c.p. Alvarado,  1989) nos cuenta que cuando un caribe apresaba a un Aruaco,  si estaba gordo,  se lo comía,  teniendo por manjar muy apreciado la carne de la nalga.

            Mas qué movía a los conquistadores a emprender semejantes hazañas, tan lejos de su familia y hasta a comer cosas que no estaban acostumbrados? Rufino Blanco Fombona responde  con una sola palabra “busca en sus conquistas, antes que nada,  oro”  (Blanco Fombona,  1992,  p. 293).  Esto hasta cierto punto es comprensible pues provenían de un país sumido en la pobreza por pésima economía, por largas guerras y por intolerante fanatismo religioso,  que persigue y expulsa a los productores de riqueza debido a que son moros o judíos e infecundiza a otra parte de la población en conventos (Blanco Fombona, 1992).

            Esta ambición por el oro lo llevó a crear y creer,  debido a su ignorancia y codicia,  leyendas fantásticas como el mítico “Dorado”,  por lo cual buscaron en medio de la selva ciudades imaginarias,  “con paredes y cúpulas de oro,  muros de plata, suelos de jaspe, escaleras de ónix y jardines de  maravilla, en que las flores son topacios, amatistas, rubíes, zafiros y brillantes” (Blanco Fombona,  1992,  p.  293).  

              Así nace el nombre del Río de “La Plata”,  pues los conquistadores se quedaron maravillados al ver que lo circundaban  montañas que abundaban tanto en este mineral con tal grado de pureza que,  se cortaban a cincel sus venas vivas (Velasco,  1981). Además otra razón por la cual recibió este nombre es que a través  de esta vía se sacaba hacia el mar la plata extraída de las minas de Potosí.  De hecho,  es plausible que el nombre de Argentina,  tuviera que ver con esta actividad,  pues en latín argentum  significa plata.

            Es curioso, pero el recorrido que a Orellana y sus hombres les tomó 18 meses para desembocar al  Atlántico,  a los indígenas americanos probablemente no les tomaba tanto tiempo,  pues podían ir desde el Amazonas al  Río Negro y de éste al Orinoco a través del brazo Casiquiare como lo confirma Alvarado, para posteriormente salir por el Delta del Orinoco al Mar Caribe  (Alvarado, 1989). Esta afirmación coincidiría con don Fernando Ortiz,  quien supone que los primitivos habitantes de las islas habían salido por el Delta del Orinoco,  tras navegar El Amazonas  y dejar en el camino numerosos asentamientos sobrevivientes de los pueblos caribes,  tales como los Makiritare,  quienes se llaman a si mismos Yekuana,  que quiere decir “hombres del río”,  asi como  los Kariña y los Pemones  (Pereira,  2001)

            De manera que ¿no te parece fascinante,  amigo lector, cómo nuestra historia se entrelaza con hechos de la vida cotidiana como la búsqueda de sustento?  ¿No es interesante notar de qué manera los nombres de nuestras ciudades,  ríos o países están relacionados con hechos pasados?   La historia se vincula con nuestra habla también y más aún,  con el hecho  educativo.  Es por eso,  que desde este blog nos complacemos en presentar la nueva sección del mismo titulada “ Un encuentro con la Historia”

Como todo investigador debe conocer,  es primordial acudir a la fuente primaria a la hora de consultar sobre un tema.  Por tal razón se han incorporado dentro de la sección "Un Encuentro con la Historia" los hipervínculos para acceder a las versiones digitales de los Archivos del  Generalísimo Francisco de Miranda,  así como también para acceder a los Archivos del Libertador  Simón Bolívar,  ambos declarados  patrimonio cultural de la humanidad por la Unesco.

La historia es divertida,  apasionante e interesante por eso en sucesivas entregas de “La historia nuestra de cada día”  podremos apreciar cómo todo tiene que ver con la historia: nuestra habla,  nuestros nombres,  nuestras ciudades,  nuestros apellidos, todo.  Todo está sazonado.  En la oración enseñada por el gran Maestro pedimos por el pan nuestro de cada día,  ese pan se va desmigando poco a poco día a día,  y al recoger todas las boronas y reunirlas tenemos como resultado un recuento de lo que ha ocurrido,  gracias al cual podemos reconstruir el pasado para explicar el presente.  Esperamos que esta nueva sección sea de tu agrado amigo lector,  así como también apreciaríamos mucho tus comentarios,  opiniones y sugerencias.

Referencias

·         ALVARADO, L. (1989): “Obras Completas”. Tomo II.  Fundación Casa de Bello.  Caracas.

·         BLANCO FOMBONA,  R. (1992):  “El Conquistador Español del siglo XVI”.  Monte Avila Editores.  Caracas.

·       GALEANO,  E.  (1982): “Las Venas abiertas de América Latina”. Siglo Veintiuno Editores.  33ª Edición. Mèxico.

·     PEREIRA, G. (2001):  “Costado Indio.  Sobre Poesía Indígena Venezolana y otros textos”.   Biblioteca Ayacucho.  Caracas.

·     ROSENBLAT,  A.  (2002):  “El Español de América”.  Biblioteca Ayacucho.  Caracas.

·     VELASCO,  J.  (1981): “Historia del Nuevo Reino de Quito”.  Biblioteca Ayacucho.  Caracas.

  • Imagen tomada de:  Historias y Personajes.  Disponible en: http://www.venezuelatuya.com/historia/carabobo.htm  (Consulta realizada:  2016,  Julio,  3) 


Sunday, March 3, 2013

Una Propuesta de Promoción de Lectura para Halloween en preescolar


Una Propuesta de promoción de Lectura para Halloween en Preescolar.

    El pasado mes de Noviembre me enfrenté con un nuevo reto profesional en mi trabajo docente como promotor de lectura de preescolar en el Colegio Santiago de León de Caracas.  Se me propuso diseñar una actividad de promoción de lectura contextualizada en el marco de la festividad de Halloween.

Debo reconocer que si no me lo hubiesen solicitado,  no lo hubiese hecho  pues pienso que como docente debo darle más importancia a los valores patrimoniales propios de nuestro país,  en lugar de recalcar lo foráneo.  Una segunda razón para no recalcar esta fecha es la formidable actividad destinada a preescolar que realiza la cátedra de inglés.  Una actividad que al tiempo que es recreativa,  contribuye a afianzar algo del vocabulario de inglés visto en el período anterior. 

Pienso que decididamente los docentes no somos payasos,  sino intelectuales.  Por eso siempre me ha costado mucho disfrazarme,   como quizás hubiese podido hacer  para llamar la atención,  e incluso planifiqué para ese día e iba a hacer con gusto.

           ¿Qué alternativa surgió entonces?  ¿Cuál es la razón para compartir un texto que exponga una actividad que comience con negaciones?  ¿Cómo podría hacer para que,  sin dejar de hablar de Halloween,  hacer  del libro el tema central de la sesión?  Debo reconocer que fue un ejercicio intelectual interesante que requirió creatividad por parte de mi equipo,  porque del problema surgió una solución mejor. Por eso quisiera compartirla con mis colegas.  Quizás también les dé resultado.


Cuando estábamos empezando a desarrollar la clase tal como la teníamos pensada,  me dispuse a buscar algo alrededor de la sala y  … ¡Oh sorpresa!  De una cesta donde se tenía dispuestos los libros para acomodarles la cota,  tenía de primero uno de los libros de mi autor favorito,  Roald Dalh,  en esta ocasión se trataba del libro “Brujas” de la editorial Alfaguara.

A continuación todo un torbellino de recuerdos sobre el libro y de ideas nuevas empezaron a recorrer mi mente. Se nos ocurrió contrastar la actividad especial de inglés con la de Biblioteca con la finalidad de realzar el libro y su contenido. 

Esto lo hicimos diciendo que si en la actividad de inglés habían visto brujas feas, que ni pensaran que esas eran las más feas,  ya que las peores brujas,  las más feas y peligrosas estaban justamente en la sala infantil de la Biblioteca Elías Toro.

A continuación y para justificar mi afirmación abrí el libro en la página 65 y empecé a leer lo que está subrayado en las siguientes páginas,  el resto se lo parafraseé al tiempo que mostraba las ilustraciones (Si desea leer el contenido subrayado haga clic en cada págia escaneada para poder verla ampliada):










Valga decir que el resultado fue formidable pues los niños se fueron convencidos de que la bruja más bruja de todas es la que estaba en la sala infantil de la Biblioteca Elías Toro del Colegio Santiago de León de Caracas,  pero no sólo eso.  Quizás lo más relevante fue que los niños más adelante,  en la sesión de lectura libre pidieron leer autónomamente el libro comentado anteriormente,  a pesar de que es un libro de más de 100 páginas y con pocas ilustraciones.

En la Sala Infantil de la Biblioteca Elías Toro hemos visto en más de una ocasión la misma respuesta ante otros libros que se han mencionado en clase,  uno de ellos fue “El Principito”  y  “La Vuelta al Mundo en 80 días”,  entre otros.  Por ello, querido colega y lector nunca menosprecie ni subestime la capacidad de sus niños,  aunque sean de preescolar.

En mi práctica docente he aprendido que entre más se nutra la mente de los niños mejor resultado se puede obtener.  Comente con entusiasmo los libros que está leyendo.  Como recomiendan los autores,  comparta con los niños los libros que recientemente ha adquirido  poniéndolos a su disposición para que los puedan manipular o “leer” y algo muy importante,  escoja un fragmento de la lectura,  si ésta es muy larga,  para leerlo,  el resto lo puede parafrasear o dejar que los mismos niños lo descubran.   Si lo hace le garantizo que obtendrá unos resultados muy pero muy satisfactorios.

Referencias




Saturday, March 2, 2013

¿Quieres cambiar el país? Empieza por cambiar tu aula.


Otra versión de la Caperucita. Ignacio Viar




La idea de una Caperucita malvada no es nueva.  Ha coqueteado con este sitio desde el 22 de agosto de 2008,  cuando se presentó la versión  de Triunfo Arciniegas.  En ella la sevicia de la protagonista de la historia llega hasta el punto de usar la seducción como arma letal en contra del  lobo enamorado de la idealizada belleza de la chica.

 De esta manera consigue persuadirlo de que se coma a la abuelita con el único perverso y macabro objetivo de hacerse con la cuantiosa herencia de la abuela.  ¿Agradecida con el lobo?  Al contrario,  la chica encuentra empalagoso y repugnante el romanticismo con el cual el lobo trata de seducirla con una flor,  que la niña carente de sensibilidad  desprecia sin encontrarle belleza especial,  para inmediatamente después insultar al lobo al verlo llorar.  Luego,  la maldad de la niña llega hasta el punto de intoxicar al lobo al ofrecerle un pastel venenoso que era para la abuela.

Pero el lobo está enamorado y no ve en la chicuela malvada sino un ramillete de virtudes.  Eso hace que cuando ella le pida que se devore a la abuela y se vista como ella,  éste lo hace sin pensar en las consecuencias. El lobo sigue tratando de conquistar un lugar en su perverso corazón hasta el día en que la niña lo amenaza con convertirlo en un abrigo de piel si seguía molestándola.

Posteriormente,  en la entrada del 1 de noviembre del 2008 se presentó la versión de la Caperucita pero en esta ocasión de Roald Dahl.  Hoy,  cuatro años más tarde quiero compartir una nueva historia.  En ésta la Caperucita cumple la amenaza de la versión anteriormente comentada,  es decir,  mata al lobo y lo convierte en un abrigo de piel que luce con elegancia al final del cuento.

Esta versión de la Caperucita ,  atribuida a Ignacio Viar,  la conseguí revisando hace poco todos mis papeles de estudio de pregrado.  En ella la Caperucita intenta asesinar a la abuelita con un cuchillo por la influencia perniciosa de la televisión,  lo cual no logra hacer.  Sin embargo 20 años más tarde,  ya rehabilitada,  al dedicarse con un profundo altruismo a la enfermería en África,  muere asesinada.

El mundo está lleno de contrastes y las diferentes versiones de la Caperucita, desde las primera de Perrault hasta las actuales,  no escapan a esta realidad.  Sin más amigo lector lo invito a zambullirse en la lectura de “La Caperucita Azul”  de Ignacio Viar y descubrir la crítica que hace a los medios de comunicación masivos,  la cual no ha perdido vigencia en nuestros días.  Lo invito a descubrir ¿por qué?

Caperucita Azul


            Aquélla niña de siete años,  inserta en el paisaje alpino,  era encantadora.  La llamaban,  por su indumentaria,  Caperucita Azul.

            Su encanto físico quedaba anulado su perversidad moral.  Las personas cultas del pueblo no podían explicar cómo en un ser infantil podían acumularse la soberbia,  la crueldad y el egoísmo de un modo tan monstruoso.

            Sus padres luchaban diariamente para convencer a Caperucita.

-Llevarás la merienda a la abuelita?

-¡No!

            Y surgían los gritos y amenazas.  Todo lo que surge cuando hay un conflicto educacional.

            Caperucita tenía que atravesar todos los días,  tras la discusión,  un hermoso pinar para llegar a la casita donde vivía sola su abuelita.

            Caperucita entraba en casa de su abuela y apenas la saludaba.  Dejaba la cesta con la merienda y marchaba precipitadamente,  sin dar ninguna muestra de cariño. 

            Había en el bosque un perro grande y manso de San Bernardo.  El perro vivía solo y se alimentaba de la comida que le daban los cazadores.

            Cuando el perro veía a Caperucita se acercaba alegre,  moviendo el rabo.  Caperucita le lanzaba piedras.  El perro marchaba con un aullido lastimero.  Pero todos los días,  el perro salía a su encuentro,  a pesar de las sevicias.

            Un día surgió una macabra idea en la pequeña,  pero peligrosa mente de la niña.  ¿Por qué aquél martirio diario de las discusiones y del caminar hasta casa de su abuela?

Ella llevaba en el cesto un queso,  un pastel y un poco de miel. 

¿Un veneno en el queso?  No se lo venderían en la farmacia.  Además,  no tenía dinero.  ¿Un disparo?  No.  La escopeta de su padre pesaba mucho.  No podría manejarla.

De repente brilló en su imaginación el reflejo del cuchillo afilado que en su mesita tenía la abuelita.  La decisión estaba tomada.  El canto de los pájaros y el perfume de las flores no podían suavizar su odio.  Cerca de la casa surgió de nuevo el enorme perro.  Caperucita le gritó lanzándole una piedra.

Llamó la puerta

-Pasa Caperucita. 

Su abuela descansaba en el lecho.  Unos minutos después se oyeron unos gritos.

Cuando el cuchillo iba a convertirse en el instrumento mortal,  Caperucita cayó derribada al suelo.  El pacífico San Bernardo había saltado sobre ella.  Caperucita quedaba inmovilizada por el peso del gran perro.  Por el peso y el temor:  por primera vez un gruñido severo,  amenazador,  surgía de la garganta del perro.

La abuelita,  tras tomar una copa de licor,  reaccionó del espanto.  Llamó por teléfono al pueblo.

Caperucita fue examinada por un psiquiatra competente de la ciudad.  Después la internaron en un centro de reeducación infantil.

La abuelita,  llevándose a su perro salvador,  abandonó la casa del bosque y se fue a vivir con sus hijos.

Veinte años después,  Caperucita,  enfermera diplomada,  marchaba a una misión en África.

-¿A qué atribuye ud.  su maldad infantil? – le preguntó un periodista.
-A la televisión – contestó ella subiendo al avión.

En África,  Caperucita murió asesinada por un negro que jamás había visto un televisor.  Pero había visto otras cosas.
         
 Referencias.       

  • http://www.google.co.ve/imgres?imgurl=http://www.alquimistasdelapalabra.com/narrativa/narrativa0910/caperucita-azul-rubia-new.jpg&imgrefurl=http://www.alquimistasdelapalabra.com/narrativa/narrativa0910/capaerucita_azul_cristina_ortn.html&h=907&w=601&sz=100&tbnid=gu7iI0TZnaO4tM:&tbnh=94&tbnw=62&zoom=1&usg=__qIwaXGTLWQjqPdQpWYSyc-zuhXU=&docid=IqIdGKFqpZ86TM&hl=es&sa=X&ei=0TEyUYGkM43o8gStm4DwDw&ved=0CDEQ9QEwAQ&dur=405