Wednesday, November 11, 2009

Recomendando autores para niños y adultos

Universidad Pedagógica Experimental Libertador
Instituto Pedagógico de Caracas
Subprogramas de Especialización en Lectura y Escritura
Curso: Lectura para Niños y Jóvenes
Víctor Mendizábal

Antonio Arráiz

“Pero lo que acabo de contarte no es nada en comparación con lo que sigue…” se constituye en la frase mil veces repetida por Sherazada con la finalidad de enlazar sus cuentos. Habida cuenta de su valor oral, este procedimiento no es solamente un “truco” de narrador, sino que afirma de una manera dramática el poder de la palabra. Un poder que constituye uno de los principales temas de asombro de los narradores de “Las mil y una noches”.

Sin embargo, esta fórmula es usada también en El Panchatantra indio, actualmente traducido a más de sesenta idiomas, y que narra los relatos de los chacales, Calila y Dimma. En estas historias, cada uno de sus apólogos termina diciendo: “No debes hacer esto o aquello si no quieres que te ocurra lo mismo que a X…”, “¿Y qué fue?” pregunta el oyente cayendo en la trampa, lo cual da pie para que el narrador empiece su historia.

En “Las Setenta Historias del Loro”, otra colección indo-persa, un loro impide que una joven esposa acuda a una cita galante a través del mismo procedimiento. Cada noche, en el momento en que ella se dispone a salir la retiene diciéndole: “¡Oh, ídolo mío!, te dejo marchar a condición de que no hagas como aquel Rey de Damasco que, habiendo matado por descuido a su halcón predilecto, la buena suerte le volvió la espalda, y aunque se arrepintió, su tardío arrepentimiento no le sirvió de nada”. La joven entonces pregunta: “¡Oh, mi compañero! ¿Cómo sucedió?

En todas las formas que se acaban de citar, un personaje persuade a otro para que continúe o suspenda una acción despertando su interés por una cosa hablada. Pero, aunque es evidente que este procedimiento adquiere más valor cuando los cuentos son hablados y no leídos “lo que acabo de contarte no es nada en comparación con lo que sigue…”

La Cucarachita Martínez. Fragmentos.
4º Entrega.

Al llegar la quinta noche a su término, Doniazada llamó a su hermana, la sultana, y le dijo:
-Por Dios, hermana mía. Si no duermes, acaba de contarnos el cuento que dejaste suspendido ayer.
Scherazada, después de lograr el permiso del sultán, prosiguió su relato en estos términos:

La Cucarachita no encontraba qué contestar. Y todavía fue mayor su sorpresa cuando, al día siguiente, pudo leer en las páginas de El Animal Independiente la entrevista que la había hecho Pica-y-huye.

“-Nosotros –decía- le preguntamos:

“-¿Cree Ud। que en la riqueza estriba la esencia de la felicidad?

“Colocando la manita primorosa sobre la aterciopelada mejilla, en una actitud de profundo recogimiento interior, nuestra gentil interviuvada nos contestó así, con un suspiro:

“-¿La riqueza? ¿Qué importancia puede tener la riqueza para una mujer joven como yo? ¡La juventud, la belleza, el amor, la virtud, la piedad! He ahí la base de ese fermento químico, como pudiéramos llamar a la vida. En cuanto a la riqueza, no es más que el ácido que se vierte sobre ella, modificándolas, alterándolas superficialmente, arrancando irisaciones insospechadas y tonalidades opalescentes donde no existía antes sino el cuerpo amorfo. La riqueza es algo como el rayo de luz y de emoción que despierta los colores dormidos en la penumbra, el toque mágico a las regiones etéreas desde donde se dominan los panoramas radiantes de la existencia…”

Este reportaje valió a Pica-y-Huye un aumento de sueldo en el periódico. En lo que toca a la sensación que produjo, baste decir que uno de los lectores, el Gato, al llegar a esta altura del artículo, exclamó en voz alta:

-¡Caramba! Esto está magnífico. ¡Qué muchacha inteligente! ¡Y tan bonita! –agregó al ver el retrato-. Es inteligente, bonita, graciosa, riquísima. ¡Santo Dios!

Apartó el periódico, y alzando la voz llamó a su ayuda de cámara el Piojo:
-Piojo: mi flux nuevo de gabardina gris, mi corbata vino tinto, mi camisa color crema, mis zapatos cortebajos de gamuza blanca, mi bastón de caña de India y mi pitillera de malaquita azul. Quiero estar particularmente bien vestido hoy, porque intento hacer una visita.

El Gato es un aristócrata de vieja cepa, descendiente de antiguos marqueses, pero a nadie se le escapa que está arruinado, y anda en busca de una buena dote.

La arañita de playa fue a la casa de su prima la Araña Tretacauta, y allí encontró a sus otras primas la Araña Común, La Araña Peluda y la Tarántula.

-¿Ya sabrán ustedes la noticia?

- Te refieres sin duda a la nueva rica- contestó la Tarántula.

-Nueva rica, ésa es la palabra –declaró desdeñosamente la araña común-. Me chocan esas ostentaciones de periódico, y todo lo demás. Ello no revela más que baja alcurnia y deplorable vulgaridad.

-Pero mi’hijita, ¿y quiénes son las Martínez? ¡Figúrate! ¡Unas nadie!- recordó la Arañita de Playa.

-Lo que es en mi casa no entra la tal Cucarachita Martínez, por más dinero que haya adquirido de pronto, y de manera muy poco decorosa por cierto –Anunció la Araña Peluda.

-¡No faltaba más! ¿Nosotras codearnos con esa plebe? –exclamó la Tarántula.

Y la Araña Tetracauta, la más pomposa de todas, respetada en la familia por su ropaje imperial color de sangre, así como por la media luna que luce en el abdomen, resumió lo dicho:

-Entonces estamos todas de acuerdo, queridas primas. Nosotras no olvidamos que araña es un apellido ilustre, y que nuestra amistad no puede estar al alcance del primer advenedizo.

Con esta consigna regresó la Arañita de Playa a su hogar; pero la firmeza de su resolución sufrió un grave quebranto al día siguiente, cuando supo que el príncipe Pavo Real, tan de buen linaje, por lo menos como ellas, había invitado a la Cucarachita Martínez al gran baile de Carnaval que daba todos los años. Sin pensarlo más, la arañita fue inmediatamente a hacerle una visita a la nueva millonaria; y ¿cuál no sería su sorpresa al encontrar allí arrellanadas en sendas butacas, a sus primas la Araña Común, la Araña Peluda, la Tarántula y la Tetracauta?

-¡Cuánto nos ha alegrado tu inesperada suerte, querida! –decía la Araña Peluda-. Tú sabes que tus éxitos son también los nuestros.

-Así es –apoyó la Tretacauta-. No sé si recuerdas que tu familia y la nuestra están emparentadas. El cuñado de un primo de la sobrina de tu tatarabuelo Martínez estuvo a punto de casarse con la yerna de un tío del hermano de nuestra tatarabuela la Araña Galeoda. No nos podrías negar, por lo tanto el derecho y el placer de llamarte prima.

La Cucarachita Martínez gozaba de todas las dulzuras de reciente prosperidad; pero, al mismo tiempote todos sus inconvenientes.
-¿Y qué haré yo ahora con mi mediecito? –se repetía-, y su interrogación iba adquiriendo un tono siempre mayor de saciedad y de tristeza.

Referencias